jueves, 27 de septiembre de 2012

La Sombra del Viento.

He descubierto hace poco un escritor que me ha atrapado totalmente. Se trata de Carlos Ruiz Zafón, el cual ha escrito novelas bastante populares como `` Marina`` o `` El Juego del Ángel``. Alcanzó la fama al publicar la `` La Sombra del Viento``, ya que en todo el mundo se ha leído este libro y muchos escritores de renombre han criticado notablemente la novela. Sin duda, de los tres libros que me he leído de este interesante novelista el que más me gustado y enganchado es `` La Sombra del Viento``. Luego, me leí `` El Juego del Ángel`` y `` El Prisionero del Cielo``, pero para mí gusto no han llegado a la perfección de la anterior de estas  dos novelas.  La última, `` El Prisionero del Cielo``, me la zampé en menos de una semana; sin embargo, para mí la más completa de esta tres( se podría decir que es una trilogía) es `` La Sombra del Viento``, tanto por la profundidad de descripción de los  personajes, los lugares, las tramas... todo se entrecruza para engancharnos hasta el final, en un juego de misterios y de amor, donde nada suele ser ni blanco ni negro, hasta el protagonista parece ser algo ambiguo.

En las dos siguientes novelas, parece que el autor no se deleita tanto en sus personajes y que corre para enseñarnos un final que nunca aparece. Por eso, si alguien se lee su ultima novela es útil y necesario que se lea  antes`` El Juego del Ángel``, ya que no se enterará de nada. De todas formas, en el final de `` El Prisionero del Cielo``, se deduce que continuará hablando de todos esos personajes, tramas y lugares de las tres novelas. El tío se ve que se las he ingeniado bastante bien en su coco para tenernos enganchados hasta que no terminemos de zamparnos toda la vida y milagro de Daniel Sempere, el protagonista de `` La Sombra del Viento``.

¿Quién es Daniel Sempere? Pues  al principio de la novela es un niño de diez años, muy ingenuo y que echa de menos a su madre. El padre, una noche, lo lleva al Cementerio de los Libros Olvidados, y allí al coger un libro, empieza a agitarse su vida poco a poco volviéndolo loco el autor del libro . Pese a todas las dificultades que entraña descubrir los misterios de ese libro, Daniel sigue empecinado en desenmarañar qué demonios pasó con su autor. Al principio  empieza sólo y asustado, perseguido por un extraño personaje, y luego ya se vale de la compañía y valentía de Fermín Romero de Torres. Los dos amigos, perseguidos ahora por un inspector de policía, no paran de ir de un lado para otro. El inspector resulta que es un malo malísimo que no se corta un pelo en dar puñetazos o matar a todo el que se le ponga por delante, mientras  los demás polis le hacen caso, acojonados perdidos. Pero Daniel y Fermín siguen con su odisea, aunque ello signifique recibir palos a tutiplén, caminar bajo la lluvia o la nieve, mentir al padre de Daniel, dejarse el dinero en tranvías y taxis... bueno, y autobuses también, y que encima los dos parezcan ser unos auténticos delincuentes. Lo mejor de todo es que cuando lees todo esto te parece de lo más inverosímil y por lo tanto, te das cuenta que es aún más como un cuento. Desde el principio te parece muy extraño todo, y por eso yo creo que te engancha, ya que sientes que es una autentica novela, sin nada real, ni siquiera cuando al final todo parece que es normal y andan todos felices y contentos. Lo lees y piensas que seguro que pasará algo más, y no fallas. En la última novela se ve perfectamente que vuelve a estar todo lleno de luces y de sombras y que la vida del protagonista tiene para rato.
 Cuenta muchísimo a la hora de atraparte que esté narrado en primera persona, como si Daniel se hubiera puesto luego a escribir su propia novela después de vivir todas esas aventuras. Te metes totalmente en la psicología de su personaje, queriendo saber más y más, y empatizando también totalmente con sus amigos, sus vecinos, el autor del libro, su novia, el padre....parece que el mismo Daniel te los presenta como si fueran reales y luego llegan a convertirse en amigos tuyos, cómo si los conocieras de toda la vida. Y por supuesto también tiene que ver que se describa Barcelona de cabo a rabo, cómo si vivieras allí con los personajes y te llevaras todo el día cogiendo tranvías, andando y demás, descubriendo los misterios.

Ayer me compré su primera novela y estoy segura de que acabaré enganchada y atrapada otra vez.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Ulises.

Hacía solamente dos años que se había desposado de la bella Penélope, hija de Ícaro, cuando estalló la guerra entre griegos y troyanos. Obligado a partir, destacó durante esta larga guerra por su prudencia consumada, su valor y sus estratagemas.

El amor que sentía por su joven esposa le llevó a fingir ataques de locura: ató a un arado dos bestias de diferente especie, entreteniéndose en arar la arena del mar, sembrando sal en vez de trigo. Pero Palamedes, que sospechaba del engaño, colocó al pequeño Telémaco, hijo de Ulises, en la dirección que éste debía abrir el surco; el padre levantó la reja del arado para no causar daño alguno al pequeño, demostrando de esta manera que su demencia era fingida.

Cuando Troya fue tomada, Ulises se embarcó con rumbo a Ítaca, pero la fortuna no cesó de mostrársele adversa durante diez años. Anduvo errante por todos los mares asediado por continuos peligros.

Los vientos le empujaron hasta las costas de Sicilia, donde moraba el espantoso cíclope Polifemo, hijo de Neptuno. Éste sorprendió a Ulises a la orilla del mar y lo encerró junto a sus compañeros en un antro mal iluminado donde guardaba sus rebaños y donde el cíclope se hartaba cada tarde con bebidas embriagadoras y saciándose de sangre humana. Ulises, sin inmutarse, entabla conversación con el cíclope, le cuenta sus aventuras, le entretiene y le escancia un líquido embriagador. Polifemo, saturado de vino, bosteza y se duerme. Ulises coge entonces una enorme estaca y la clava en el único ojo de Polifemo. El gigante, al sentirse herido, lanza gritos espantosos, se levanta y recorre lleno de furor la caverna. Para esquivar sus largos brazos extendidos, Ulises y sus compañeros se esconden y se agachan entre las ovejas que eran como su amo, de estatura desmesurada. Al despuntar el día, cuando el monstruo colocado a la entrada de la cueva hace salir una a una todas las ovejas, los cautivos logran evadirse.

Las propias faltas y tropiezos hicieron de Ulises el hombre prudente en extremo: resistió a las melodiosas insinuaciones de las Sirenas, sorteó felizmente los escollos de Escilia y Caribdis y tomó tierra en Sicilia, en la famosa ribera donde Lampecia, hija de Apolo, guardaba los rebaños de su padre, los cuales debían ser considerados sagrados. Ulises se refugió en esta playa para descansar de sus fatigas y recomendó vivamente a sus compañeros que respetasen el rebaño sagrado. Las órdenes de Ulises fueron cumplidas mientras no se agotaran las provisiones, pero en cuanto se acabaron los víveres y el hambre se hizo sentir, capturaron a cuatro bueyes y cuatro terneras y las degollaron. Apenas Apolo tuvo conocimiento del desafuero, rogó a Júpiter que tomara venganza y el príncipe de los dioses aturdió a los profanadores con una espantosa prueba de su cólera: los pellejos de los bueyes y las terneras se animaron y se pusieron en marcha, las carnes empezaron a mugir y las carnes crudas contestaron a sus mugidos. Llenos de espanto ante tal prodigio, los marineros se refugiaron en sus barcos y partieron, levantándose en el acto una tempestad tan terrible que murieron todos los que habían en el barco. Solamente Ulises quedó exceptuado, ya que no había tenido parte alguna en el sacrilegio; los dioses le depararon un  trozo de timón, mediante el cual pudo salvarse.

Los vientos le arrojaron a la isla de Ogigia, donde reinaba la ninfa Calipso, hija del Océano; ésta le recibió con vivas demostraciones de alegría y le ofreció hacerle inmortal si prometía olvidarse para siempre de Ítaca y acabar allí tranquilamente el resto de su vida. Pasaron meses y años y Ulises continuaba en la morada mágica de esta reina opulenta cuya admiración y afecto por su huésped crecían día tras día. Los dioses intervinieron al fin y Mercurio le reintegró a sus deberes de esposo, de padre y de rey.

Después de abandonar Ulises la morada de Calipso, se hizo a la vela con rumbo a su patria. Neptuno, que no le perdonaba la herida que había causado a su hijo Polifemo, desató un furioso huracán que encrespó las olas y sumergió el navío de Ulises hasta el fondo de las aguas, pudiendo conseguir después de muchos esfuerzos y a duras penas, llegar a nado a la isla de los Feacios, cuyo rey Alcinoo le acogió afablemente y le equipó un bajel para que pudiera continuar su viaje.