viernes, 9 de septiembre de 2011

Pienso en esa media hora que estuve sola en la estación.

Como la canción de Pereza `` Pienso en aquella tarde``, yo pienso en la media hora que estuve sola en la estación de Algeciras. Como dice la canción `` Pienso en aquella tarde en la que me arrepentí de todo `` , pues yo igual. Esa media hora dio para mucho, porque sentí que me faltaba mi otra mitad, era como si me faltara algo imprescindible en mi vida , nunca he vuelto a tener esa sensación tan fuerte. Me faltaba aire, me dolía en lo más profundo de mi interior como si me sacaran hasta lo más profundo que tenía. Recordaba hasta el más mínimo detalle de la vez anterior que estuve media hora allí, sólo que en aquella ocasión no estaba sola.

Me arrepentía de mi orgullo, de no haber aprovechado más la oportunidad, de mis tonterías por darle importancia a otros problemas, de haber pensado en responsabilidades y circunstancias, de no haber dicho mil cosas, de haber sido una superficial...de un sinfín de cosas. Lo tenía tan claro todo como nunca en mi vida. Era como si de repente el cielo se hubiera despejado y me hubiera despertado de un largo sueño. No entendía el por qué de ese despertar así tan de repente, pero me desperté tanto que supe que debía seguir para delante con ello. Recuerdo el resto del viaje, fue muy bonito porque sentí que era capaz de tener la paciencia más grande del mundo. Sentía que iba a esperarlo todo lo que hiciera falta, que nunca más iba a dejarlo escapar.

La verdad es que ese viaje, el anterior en el que no estuve sola, no fue nada del otro mundo. Apenas hablamos y sentí que todas mis expectativas habían bajado, por eso me sorprendió sentirme así cuando bajé del autobús y me fui sola a la cafetería. Lo recordaba todo con total nitidez. Recordé la mesa, el bocadillo de queso con el cola cao para merendar, la tienda de chucherías y lo enfadada que estaba porque no me hablara. Me arrepentí hasta de eso último. Pensé que necesitaba su compañía más que nunca en ese momento, sentía que no era nada sin su silencio para sentirme segura. Sentía también que fui una verdadera imbecil por no darme cuenta de cuánto me amaba , por no haberme dado cuenta que nunca había sido tan importante para nadie y que nadie me había querido así en mi vida. Me sentía como una verdadera idiota porque pensaba que había perdido una gran oportunidad y que a saber cuando encontraría a alguien así.

Pensé que me encantaría decirle a gritos que me dio igual que no me hablase, que repitiésemos el mismo viaje . Sentí que me había sacado hasta lo más profundo que tenía y que si alguien me quería así tan profundamente...era una idiota si lo dejaba escapar otra vez. Sentí que lo amaba tal y como era, que era mi mejor amigo y me sentía orgullosa por amarlo a él, por eso, por haber sido mi mejor amigo en esos años. Sentí que se merecía mi amor más que ningún otro hombre, aunque hubieran otros muchos que lo quisieran , pero él iba primero porque se lo había currado de verdad.

En fin...fue maravilloso ese viaje  de regreso y esa media hora . Todo esa magia se desvaneció poco a poco, dando lugar a la dura realidad que se escondía detrás de todos aquellos sentimientos y pensamientos. La dura realidad fue que habían más barreras de las que podía imaginar y que a veces dejaba que desear para que fuera aquel hombre que se merecía tanto mi amor. Yo también he tenido que sacar muchas cosas y decirlas también, y la conclusión que he sacado es que el orgullo es nuestro peor enemigo. El orgullo se puede convertir en un cruel veneno, en un profundo cuchillo que nos puede cortar profundo en nuestro interior, que nos puede hacer perder muchas oportunidades y que nos impulsará a hacer daño a la persona que más amamos.

En esa tarde en la que estuve sola en la estación, me arrepentí en conclusión de otra tarde: me arrepentí de haberle demostrado mi orgullo con una mirada, porque esa mirada ha cortado mucho en mi interior. La mirada me hizo sentir que me había hecho sufrir mucho, que hiciera su vida, que sus problemas eran sus problemas y que yo ya había hecho lo que tenía que hacer y que me dejase de tonterías. Todo esto lo guardé ahí dentro, llenándose de veneno. Todo mi orgullo pensando en eso, cuando le miré , se guardó ahí en lo más profundo, como un cuchillo afilado, con ganas de hacerle daño. El caso es que llegada al límite de ese daño que me estaba haciendo, no podía hacérselo. Lo he intentado un montón de veces, pero al final he sido su gran amiga otra vez. Al final he puesto su felicidad y sus ganas de protegerle por encima de mi sufrimiento, de mi pasión tan absoluta.

Tal vez porque es eso, tan absoluta, siempre volveré a dar el brazo a torcer, porque me niego a perderle otra vez.